Fecha: 13-6-2003. Lugar: Plaza de Toros de Illumbe, Donostia. Intérpretes: Murderdolls, Iron Maiden. Asistencia: unas 10.000 personas.
Definitivamente el de Iron Maiden es un heavy metal inoxidable, al que el paso de los años no parece desgastar. Con un cuarto de siglo a sus espaldas, el combo británico sigue girando por todo el mundo en loor de multitudes, más aún desde que Bruce Dickinson (voz) y Adrian Smith (guitarra) volviesen al seno del grupo en 1999 convirtiéndolo por primera vez en su historia en sexteto.
En su nueva visita a Donostia, la respuesta del público fue también abrumadora. No solo por el llenazo espectacular que vivió Illumbe, sino por la absoluta entrega de la marea humana con todas y cada una de las 17 canciones que completaron las dos horas del show. Claro que la fiesta se prestaba a ello. Se había anunciado una gira de clásicos y fue eso lo que Maiden ofreció a quemarropa en un escenario, como siempre tratándose de los Iron, cuidado al detalle, colorista, con infinidad de telones y cortinajes que mostraban a su monstruo-mascota Eddie en diferentes épocas, incluso camuflado en las alturas en el equipo luminotécnico móvil.
The Number of the Beast inició la descarga y fue también el pistoletazo de salida para que el personal hiciera suyo cada estribillo, cada melodía de guitarra, casi cada momento en vista de la pasión y entrega con la que se vivió el concierto. Mientras, los Maiden a la suyo, Bruce saltando, corriendo y piropeando a su querida Donosti sin parar, Janick Gers luciendo posturitas y derrochando simpatía (bien acompañado en esa tarea por el resto, salvo un serio Smith), Steve Harris ejerciendo de líder, y todos a una tirando de clásicos: The Trooper, Revelations, Hallowed be thy Name o 22 Acacia Avenue. Tras la primera tanda de éxitos, sonó un tema de adelanto titulado Wildest Dreams de lo que será su nuevo trabajo en el mes de septiembre. Después, siguió el fiestón arrasador con temas más recientes como The Wicker Man, Brave New World o The Clansman (el eco de su grito de guerra Freedom debe de sonar aún en el coco de los 10.000 asistentes), que funcionaron igual de bien que su repertorio antiguo. Fear of the Dark e Iron Maiden, con un gran Eddie al fondo del escenario al que se le daba vida insertándole un cerebro, nos acercaban al final. Faltaba un triple bis cerrado con Run to the Hills y la foto de familia que sacaron al grupo con el público a sus espaldas. Un concierto sin novedades, que cumplió el guión Maiden a rajatabla, pero que se saldó con un éxito total, mejorando notablemente sus anteriores conciertos en el Velódromo.
Antes, lo intentaron los teloneros yanquis Murderdolls, un quinteto con imagen, pose y algunas buenas canciones entre el punk y el metal moderno que lo tenía difícil ante un público que no era el suyo.
Texto: Aitor Zubizarreta