HELLFEST OPEN AIR – 2017 – 16/18 de junio
Los últimos días de junio suelen estar marcados en rojo en el calendario de decenas de miles de seguidores de metal de todo el mundo, es el momento de poner rumbo a Clisson para asistir a uno de los festivales referentes a nivel internacional, el Hellfest Open Air. El evento galo se distingue por la especialización, ya que en sus seis escenarios abarca una gran diversidad de estilos; desde las carpas de Altar y Temple, centradas principalmente en el death y el black metal respectivamente, hasta el Warzone, donde priman los sonidos punk y hardcore, pasando por el Valley, protagonizado por el rock más pesado en todas sus vertientes y sin olvidar los escenarios principales, que combinan todo ello mediante bandas de mayor renombre. En otras palabas, el festival francés es con claridad el que, año tras año, ofrece el cartel más variopinto y completo de toda Europa. Pero Hellfest es mucho más que música, es la comunión entre el público que asiste desde diversos puntos del planeta, el ambiente festivo que se genera en las zonas de descanso distribuidas por el recinto, la oportunidad de disfrutar de actividades paralelas en la plaza que precede la entrada al recinto… es una experiencia que cautiva a cada uno de los asistentes y les hace volver una y otra vez.
En lo que respecta a la infraestructura, el festival se mantiene eficiente en la variedad y abundancia de los puestos de comida y bebida, al igual que en lo referente al resto de servicios; el número de baños y zonas con fuentes de agua aumenta cada año, a pesar de que el cierre de varias fuentes en los dos últimos días de festival, precisamente los más calurosos, fue incomprensible y causó considerables colas en las que quedaban disponibles. El consistente terreno herbal sigue siendo uno de los mayores aciertos del festival, al igual que la cercanía entre escenarios. Precisamente en este sentido cabe resaltar la renovación de la zona del Warzone, inaugurada en 2016 pero que hoy sigue siendo motivo de alabanza; el cambio de dirección del escenario ha servido para mejorar la visibilidad de los conciertos y el paso de la gente por la zona, y del mismo modo han aprovechado el aumento del espacio para instalar una nueva zona de descanso, comida y bebida.
VIERNES, 16
La banda con la que arrancamos el festival fue MYRATH. Los tunecinos deslumbraron con su propuesta basada en el metal progresivo con tintes orientales. Herederos del sonido apropiado más recientemente por Orphaned Land, pero con un mayor atrevimiento en la exploración de ritmos y melodías, el quinteto encandiló a los allí presentes gracias a la frescura y el dinamismo de su actuación. El sonido les acompañó y esto ayudó a que su originalidad no pasara desapercibida, lo cual generó que las memorables melodías fueran coreadas por el público por todo lo alto. El show fue ensalzado a través de la presencia de una mujer realizando la danza oriental, lo cual encajó a la perfección con el carácter ancestral que comparte el cometido musical y temático de la banda.
A continuación era el turno de BETRAYING THE MARTYRS, los cuales tuvieron que sobreponerse al inicialmente accidentado sonido y entregarse al máximo para aprovechar la oportunidad que suponía actuar en uno de los escenarios principales. Sin embargo, su valía no tardó en hacerse evidente a través de su poderío rítmico, reflejado especialmente en temas con portentosos breakdowns como “The Great Disillusion” y “Lost for Words”, ejecutados con gran precisión técnica. Sus seguidores no tardaron en crear inmenso circle pits, además del primer wall of death del festival. Pero los franceses no solo proponen pasajes basados en la bestialidad y el empleo de las melodías vocales dobladas fue otro de los puntos fuertes durante su concierto. Esto, junto al uso de teclados, redondeó la elaboración de una propuesta rica en matices armónicos.
De vuelta a los sonidos progresivos, TEXTURES cogieron el testigo para dar un recital de experimentación musical sin límites. En su breve actuación mostraron su apabullante habilidad técnica mediante la ejecución de polirritmias de gran complejidad combinadas con acertadas melodías que otorgan gancho a las que de otro modo podrían acabar siendo cortes sin tanto encandilamiento; especialmente memorables fueron la reciente “Shaping A Single Grain of Sand” y la clásica “Laments of an Icarus”. Además, gozaron de un sonido nítido y equilibrado, mejor de lo apreciado hasta el momento en los escenarios principales. Recordemos que el sexteto holandés anuncio el pasado mayo su desintegración definitiva y el concierto del festival se situó en un contexto previo a la gira de despedida que realizará en otoño por Europa. Un verdadero lujo haber sido testigos de su genialidad.
La demostración de virtuosismo instrumental continuó de la mano de ANIMALS AS LEADERS, otra de las bandas actuales más brillantes a la hora de mezclar su incontestable destreza técnica con pasajes melódicos que hacen flotar al oyente y lo transportan a un calmado universo paralelo. El público se mostró observante, cual aturdido por la exhibición técnica de la banda al ritmo de “Wave of Babies” o “Inner Assassins”, pero la realidad es que la conexión entre banda y asistentes no llegó a ser tan intensa como en otros actos. Esto se deba quizás a la carencia de la sonorización, que provocó que las guitarras, y por ende el eje vertebral de la banda, no se apreciara con tanta presencia como debería. De todos modos, la soberbia interpretación individual de cada uno de los músicos y la naturalidad con la que se compenetran fue muestra más que suficiente de su evidente calidad.
El primer concierto que presenciamos en el Altar fue el de EXHUMED, quienes salieron al ataque desde el inicio con el incendiario “As Hammer to Anvil”, tema que desató la locura entre los seguidores más cercanos al escenario. El suyo fue un directo con energía a raudales, virtud innata del cuarteto americano, que persuade hasta al más escéptico mediante su visceral embestida deathgrind pero, especialmente, gracias a su pasional actitud sobre las tablas. Una vez más, el aspecto negativo fue el del sonido, que relegó a las guitarras a un segundo plano, siendo la voz y la batería los elementos más apreciables. Podría decirse que este desbarajuste mutiló las canciones y dejó al personal con la sensación de haber presenciado un concierto incompleto, sin todas las de la ley.
Tras parar para comer pudimos gozar del tramo final del concierto de QUEENSRYCHE, quienes desgranaron un set repleto de viejas glorias que sonaron con nitidez y gran claridad armónica. A pesar de la conflictiva ruptura con Geoff Tate en 2012, la banda se mostró segura y ofreció una actuación elegante y sin fisuras, con Todd la Torre cumpliendo con creces en las labores de vocalista. A destacar especialmente el final con “Eyes of a Stranger”, uno de los mayores himnos en la historia del heavy metal.
Por su parte, el de DEVIN TOWNSEND PROJECT fue un concierto a medias tintas. El proyecto, liderado por el carismático frontman, llevó a cabo su habitual concierto, basado en una grandilocuente puesta en escena y un elaborado acompañamiento instrumental. Sin embargo, desde el comienzo con “Rejoice” y “Stormbending» el show se antojó lineal, poco excitante y sin el gancho y el dinamismo que lo ha caracterizado durante su ecléctica trayectoria, por lo que optamos por abandonar y dosificar fuerzas para el tramo final de la jornada.
RED FANG fue el primer grupo que presenciamos en el Valley, esa carpa tan preciada y hasta santificada por los amantes de los sonidos rockeros pesados y experimentales. La gran expectación fue palpable ya desde los minutos previos al concierto y el arranque con “Blood Like Cream” y “Malverde” no hizo más que corroborar las ganas que el público tenía de saltar y bailar al ritmo del cuarteto estadounidense. El sonido fue equilibrado durante toda su actuación y la interpretación de sus grandes himnos hizo explotar al público en júbilo, aunque cabe resaltar que, al venir con un nuevo trabajo sobre el brazo, dedicaron gran parte del repertorio a presentar el flamante material, lo cual bajó por momentos el pistón de motivación del respetable. A estas alturas, resulta difícil elaborar un setlist que comprima las joyas de todos los discos de la banda, muestra de la grandeza que está adquiriendo debido al trabajo bien hecho.
Uno de los mayores conflictos al asistir a Hellfest suele ser el de los solapamientos y el que viene a continuación es uno de los ejemplos más flagrantes. A la misma hora y en tres escenarios diferentes, actuaban nada más y nada menos que Behemoth, Baroness y Cryptopsy, cada uno a su manera, tres pesos pesados en sus respectivos estilos. Sin claras perspectivas de como evolucionaría dicha hora, optamos por arrancar con BEHEMOTH en los escenarios principales. Los polacos cautivaron a la comunidad metalera con su último trabajo de estudio, “The Satanist”, el cual presentaban por segunda vez en el festival francés y, a pesar de asignarles en ambas ocasiones un concierto en plena tarde soleada, con la correspondiente pérdida del espectáculo escénico que supone una actuación de la banda, acudimos a su llamada, seguros de la espléndida ejecución instrumental con la que nos deleitarían. Sorprendentemente, el sonido fue notoriamente desequilibrado, con una superioridad abrumadora de graves que eclipsó los riffs de guitarra y cualquier atisbo de su finura a la hora de elaborar melancólicas melodías. Viendo que para el cuarto corte del setlist, “Ora Pro Nobis Lucifer”, la situación seguía siendo prácticamente idéntica, decidimos abandonar y resguardarnos en el Valley. Allí nos topamos con la cara opuesta de la moneda; BARONESS, con un sonido excelente, se encontraban deleitando a una carpa a rebosar a ritmo de “If I Had to Wake Up”. La conexión entre banda y público era absoluta, una tónica que volvería a repetirse una y otra vez en el Valley a lo largo de todo el fin de semana, y las delicadas melodías penetraban en los oídos de los allí presentes como el cálido soplo del viento al atardecer. Gozosamente hubiéramos presenciado su actuación hasta el final, pero en la carpa vecina CRYPTOPSY se encontraba realizando un concierto exclusivo que merecía nuestra atención. El cuarteto canadiense, toda una eminencia del death metal técnico, celebraba en esta ocasión el quince aniversario de la publicación de su piedra angular, “None So Vile”, de la que pudimos presenciar las finales “Lichmistress” y “Orgiastic Disembowelment”. Como de costumbre, el final de su actuación fue abrumador, de una fuerza desmesurada, muestra de la forma en la que se mantienen tras 25 años de brutalidad.
Tras un breve hiato para cenar, volvimos a acercaros a los escenarios principales para gozar desde la lejanía de varias joyas de DEEP PURPLE. Casualmente la instrumentalmente brillante “Lazy” fue el tema que la banda interpretaba en aquel preciso momento, la cual a su vez sirvió para atestiguar la dignidad vocal que Ian Gillan conserva actualmente, desenvolviéndose con una soltura que ya le gustaría a muchos cantantes veteranos. El ritmo de concierto que los ingleses propusieron fue pausado, sin prisas y jugueteando con improvisación, indicativo de sus limitaciones a la hora de desgranar un set más amplio e intenso, pero, a su vez, muestra de cuánto siguen disfrutando la experiencia escénica, lo cual inevitablemente acaba contagiándose en el público. Los maestros históricos que una vez marcaron el rumbo de toda una corriente musical siguen a día de hoy defendiéndose con destreza sobre el tablado.
No había tiempo que perder, por lo que nos trasladamos al Altar, donde OBITUARY se encontraban poniendo la carpa patas arriba. La banda comandada por los hermanos Tardy es un seguro de vida en lo que a conciertos se refiere; con su identificable sonido y pegadizas canciones como “Chopped in Half” y “Sentence Day”. Nunca fallan y consiguen conectar con su incondicional audiencia una y otra vez, y a pesar de seguir disfrutando de su buen hacer hubiera sido una victoria asegurada, era el momento de volver a visitar el Valley, donde ELECTRIC WIZARD estaba dando uno de los conciertos más fascinantes del festival. La experiencia sonora y sensorial que el cuarteto inglés propone resulta tremendamente sumergible y, propulsada por la pantalla que vertía las imágenes psicodélicas, incita al espectador a navegar en las profundidades de la abstracción mental. Los músicos se mantuvieron permanentemente a la sombra, servidores del espectacular trance que uno podía abrazar en las canciones finales, “The Chosen Few” y “Funeralopolis”. La sonora ovación que la banda recibió a la conclusión del concierto fue muestra del triunfo absoluto con el que se alzaron.
Bien entrada la noche, los sonidos más oscuros cobran nueva vida en las carpas de death y black metal, y con esa premisa acudíamos al concierto de MARDUK. Una de las referencias incontestables del black metal sueco, el cuarteto trató de arrasar con todo, pero el inconsistente sonido frustró su actuación. Bien pudo la ejecución instrumental haber sido impoluta, que los allí presentes no pudimos disfrutar de mucho más que la martilleante batería. Combinaron canciones recientes como “Frontschwein” con clásicos de la talla de “Throne of Rats” y la final “Panzer Division Marduk”. Emblemas del black, la banda sueca resulta fundamental para entender parte de la evolución y transformación del género, pero, desgraciadamente, su actuación acabo resultando fría e inconexa debido a la carencia sonora.
Y para quitarnos la espina qué mejor que la embestida de AUTOPSY, una de las bandas fundamentales en la edificación del death metal y la posterior incorporación de elementos doom. El cuarteto estadounidense estuvo en el dique seco entre 1995 y 2009, pero su retorno es más que bienvenido considerando la omnipotencia con la que despachan bombazos sonoros como “In the Grip of Winter” y “Torn from the Womb”, que funcionaron sobre todo debido a la nitidez de las guitarras dobladas. Tanto sonido como ejecución fueron brillantes, con el factor añadido de poder presenciar al mítico Chris Reifert, quien fuera el baterista del debut discográfico de Death, “Scream Bloody Gore”, y posteriormente estableciera un precedente como uno de los primeros bateristas de death metal que también desempeñara labores de vocalista. Generaron varios pits y el público reconoció con júbilo el valor de la banda que tenía en frente. Sin embargo, el Altar parecía estar medio vacío, lo cual resulta aún más llamativo teniendo en cuenta el carácter ineludible de la cita.
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SÁBADO, 17
En el mismo escenario en el que concluimos la jornada inicial dimos comienzo al segundo día de festival. El Altar se vistió de heavy metal para acoger la tenebrosa propuesta de CRYPT SERMON. El quinteto estadounidense bebe claramente de Candlemass, referentes en la mezcolanza entre heavy doom que la joven banda tanto admira. Tiraron de épica en “Byzantium” e “Into the Holy of Holies”, mientras que reservaron el más oscuro de los finales para concluir con “The Master’s Bouquet”, todas ellas canciones pertenecientes a su primer disco de larga duración, “Out of the Garden”. Gozaron de un gran sonido considerando lo tempranero del horario, considerablemente mejor que la tónica general del día anterior. Sus melodías dobladas, tanto vocales como instrumentales, sonaron frescas e inspiradas, y es que a fin de cuentas, el cambio de registro fue de agradecer, teniendo en cuenta que en líneas generales el Altar se rige en torno al death metal y sus diferentes variaciones.
Pero para propuesta original, la que atestiguamos a continuación. IGORRR jugaban en casa, pero más allá del respaldo de los suyos, los franceses cautivaron a propios y ajenos mediante su música, original a más no poder. El concierto fue asombroso desde el propio planteamiento: por un lado, la banda contó con un DJ que se encarga del apartado electrónico, pinchando una amalgama amplísima de sonidos, desde flamenco hasta dubstep, y disparando a su vez guitarras que convergían con el resto de sonidos y enriquecían los ya de por sí elaboradísimos pasajes armónicos; todo esto comandado bajo el timón de un extremadamente preciso baterista. El dueto vocal corrió a cargo de una voz femenina operística y una masculina que se basaba en labores guturales, aunque ambos intercambiaban roles a lo largo de la actuación con una facilidad pasmosa. Los dos aprovecharon su movilidad escénica para ofrecer un show pasional, al cual se entregaron completamente. Las sonrisas y la euforia se contagiaron automáticamente entre los espectadores, que bien podían estar haciendo headbanging o bailando un vals parisino. Su nuevo disco se llama “Savage Sinusoid” y todo aquel que esté interesado en propuestas atrevidas que traten de desafiar los estándares de la música debería escucharlo. El concierto fue, sin lugar a dudas, de esos que se le quedan a uno grabados a fuego en la mente.
Seguidamente era el turno de NAILS, que, cambiando el registro por completo, atacaron con su musculoso powerviolence para no dejar títere con cabeza. Su presencia escénica fue imponente, totalmente en consonancia con la corriente musical adoptada y sus ritmos desenfrenados, propulsados por el ataque sin descanso de una canción tras otra, causaron inmensos circle pits que convirtieron el Altar en una polvareda infernal. Si las guitarras hubieran tenido más presencia, los riffs de cortes como “You Will Never Be One of Us” o “I Will Not Follow” habrían sonado mejor y hubieran sido más inteligibles, pero, en este caso, tampoco se trata de un aspecto que flaquee en exceso, ya que la naturaleza de su propuesta tira justamente por derroteros opuestos.
Tras tomarnos un tiempo para comer, volvimos para la segunda parte del concierto CHELSEA GRIN. Su actuación brilló por el poderío rítmico que demuestra la banda al conjunto en cada una de las canciones, sonando cual máquina engrasada a la perfección. La habilidad técnica y la inclusión de melodías, cual venideras de otro planeta, realzaron sus canciones a un nivel superior. Funcionaron y lograron conectar, lo cual fue especialmente notorio en la conclusión de su actuación con “Broken Bonds”.
Por su parte, SKEPTICISM puso la nota disonante a una jornada que ya de por sí estaba poblada de propuestas desafiantes. El conjunto finés practica un funeral doom no apto para todos los oídos, y su concierto fue de esos en los que no existe término medio, uno o bien disfruta esplendorosamente de sus canciones que superan los diez minutos o acaba aburrido y con ganas de echarse la siesta. Nuestro caso fue el primero y, gozosamente, nos sumergimos en el trance fúnebre que el cuarteto nos proponía de camino a nuestra propia tumba. Ofrecieron un show cuidado hasta el último detalle, con indumentarias y actitud totalmente coherentes a la sensación de devastación que pretenden transmitir con su música. Hicieron llegar al público una propuesta sin par en el festival y solo por eso ya merecen un reconocimiento. Mientras tanto STEEL PANTHER también tocaba en los escenarios principales. Pudimos disfrutar de su actuación durante “That’s When You Came In” y “Poontang Boomerang”, dos breves canciones, rockeras hasta la médula, que fueron suficientes para atestiguar el triunfal show que estaban llevando a cabo. Se les vio sueltos, confiados y haciendo disfrutar al gentío reunido en los escenarios principales. En este punto cabe recordar que el sábado es, por excelencia, el día que más gente se congrega en Clisson y esto se tradujo en mayor dificultad para trasladarse a través del recinto, lo cual se convirtió en especialmente cansino para aquellos que tenían como objetivo ver seguidamente dos conciertos en escenarios ubicados en dos puntas diferentes del recinto.
Podría decirse que antes de ir a ver a DECAPITATED en directo, todos sabemos que nos toparemos con un concierto espléndido y sin fisuras. Los polacos nunca fallan y atruenan mediante un sonido y una ejecución a la altura de pocas bandas en el género, lo cual resulta en una acalorada respuesta por parte de sus seguidores. La exactitud con la que interpretan las canciones no tiene parangón y es por eso que el debate divisorio en torno a la banda siempre surge a raíz del setlist. La creatividad capitaneada por el guitarrista y único miembro original, Waclaw “Vogg” Kieltyka, ha mutado durante los años hacia un estilo que prima el groove en detrimento de los tecnicismos y no cabe duda de que el nuevo material sigue siendo de altísimo nivel, tanto creativa como ejecutivamente. No obstante, uno siente cierta tristeza al presenciar un concierto de la banda donde “Mother War” y “Spheres of Madness” son las únicas canciones pertenecientes a sus primeros tres discos. Es entendible que los cambios de formación hayan llevado a la banda a favorecer el material reciente, con el que, seguramente, el resto de integrantes se sentirán más cómodos, pero resulta frustrante verlos renegar de temas tan emblemáticos que los hicieron grandes y los llevaron a la cima del death metal.
El himno rockero “We’re Not Gonna Take It” de la mano de DEE SNIDER ambientó nuestra marcha al Warzone, donde nos esperaban los incombustibles D.R.I. Los estadounidenses son una banda clave para entender el devenir del thrash metal y el crossover, y todavía a día de hoy tienen una gran influencia en las bandas emergentes del género. Sin embargo, de algún modo la banda se encuentra actualmente desgastada y actuando a medio gas. Los conciertos que ofrecen son correctos y cumplen con las expectativas de sus fervientes seguidores, ofreciendo un set repleto de temas clásicos como “Argument Then War”, “Acid Rain”, “As Seen on TV” o “I Don’t Need Society” que, además, resuenan líricamente más que nunca. Pero, a pesar de todo ello, algo falló en la transmisión entre generaciones, algo que es difícil de describir pero que ha desembocado en el hecho de que los que una vez fueran reyes del directo acaben siendo ahora una banda de culto observada por los fanáticos del thrash desde la distancia. Su concierto gustó, pero, a su vez, esa sensación agridulce se apoderó de una parte considerable del público.
También hubo tiempo para rememorar los clásicos del heavy metal de la mano de SAXON. Los ingleses deleitaron al personal con joyas añejas como “Battalions of Steel” y “Heavy Metal Thunder” con varios temas de sus trabajos más recientes. Su enérgica actitud sigue siendo todo un ejemplo considerando la avanzada edad en la que se encuentra la banda al conjunto. La traca final con la seguida de los clásicos “Crusader”, “Wheels of Stee”, “Denim and Leather” y “Princess of the Night” hizo las delicias de todos los amantes del heavy metal clásico; no fueron pocos los que se mostraron visiblemente emocionados. Sería justo afirmar que son una de esas bandas que aun habiéndose quedado en segunda línea, siguen siendo fundamentales para la supervivencia de todo un género. Apreciaremos su legado debidamente con el paso del tiempo, y quizás cuando ya no estén la gente se dará cuenta del vacío que dejan.
En el polo opuesto, ALCEST es una de las bandas que con mayor vigor abandera uno de los movimientos relativamente más recientes dentro del metal, el subgénero blackgaze, que se caracteriza por la fusión del black metal con el shoegaze. El black de ultratumba se encuentra aquí en coexistencia con voces limpias y sonidos ambientales más propios del post-rock y la banda francesa, jugando en casa, triunfó por todo lo alto. Tras presenciar las fervientemente coreadas “Kodama” y “Percées de lumière” volvimos a los escenarios principales, para presenciar brevemente el show de AIRBOURNE. Los australianos trataban de hacer saltar al gentío congregado frente a ellos al ritmo de “Girls in Black” y lo consiguieron con creces. El cuarteto nunca falla a la hora de conectar con el público, es más, podría decirse que ya lo tienen en el bolsillo debido a las innumerables giras en las cuales han recorrido el mundo entero y la multitud de ocasiones en las que han visitado el propio Hellfest, Más allá de la incorporación de los de su disco más reciente, “Breakin’ Outta Hell” su show no brilló por novedoso, pero gozaron de un sonido equilibrado y su enérgica y contagiosa actitud hizo el resto. Están aquí para recoger la antorcha de las grandes bandas del rock y no pararán hasta conseguirlo.
Que el concierto de PAIN OF SALVATION fuera de gran nivel entraba dentro de lo planeado, pero superando todas las expectativas fue, sin lugar a dudas, el más brillante del día. Tuvieron todo de cara, el sonido cristalino, la ejecución perfecta y la respuesta del público enfervorizada. Instrumentalmente, su propuesta resulta dinámica a más no poder, original y personal. Desde las calmadas y melosas “Meaningless” y “Linoleum”, donde brillaron especialmente las colosales voces limpias, hasta las magistralmente progresivas “A Trace of Blood” y “Rope Ends”, la banda exploró un abanico de sonidos amplísimo. Su actitud fue otro de los puntos fuertes de la actuación, pocas veces podrá uno ver tan entregadas sobre el tablado a bandas que se caracterizan por elaborar propuestas técnicas complejas de trasladar al directo y en muchas ocasiones requieren la atención integral del músico. El inspirado juego de luces elevo el concierto más alto aún si cabe, convirtiéndolo en uno de los más memorables de todo el festival.
Tras cenar y recargar fuerzas para el tramo final del segundo día, nos pasamos brevemente por los escenarios principales para presenciar el concierto de AEROSMITH. La banda liderada por Steven Tyler es una leyenda incontestable del rock y, aunque a estas alturas sus conciertos puedan equipararse a actos de añoranza del glorioso pasado, ser testigos de su genialidad y de himnos atemporales del rock resulta igualmente disfrutable, aún más teniendo en cuenta que la banda está embarcada en la que será su gira de despedida definitiva. “Livin’ on the Edge”, “Love in an Elevator” y “Janie’s Got A Gun” fueron los temas que sonaron en ese breve tramo en el que acompañamos al quinteto desde la lejanía, y es que, como era de esperar, aquel fue el momento cumbre de todo el fin de semana en lo que respecta a los escenarios principales, esos instantes en los que están a rebosar. El sonido fue genial, los intérpretes dieron la talla y al público se le notaba feliz y emocionado, en comunión completa con la banda. Esa es la magia especial de las formaciones legendarias, el poder de transportarnos en el tiempo a sucesos y recuerdos que relacionamos con su música, y es que, a fin de cuentas, esas canciones han formado parte de la banda sonora de la vida de tantas personas.
Aparcando la nostalgia, volvimos a la oscuridad del Altar para disfrutar de una banda que bien podría hacer de puente entre el blues y el metal más extremo. En sus últimos tres trabajos, OPETH ha dejado de lado el death metal y ha pasado a abrazar abiertamente el rock progresivo y, durante la actuación, el propio Mikael Akerfeldt daba constancia de la gran influencia que el rock y el metal iniciático de los 70, fuertemente influenciado por sonoridades blues y psicodélicas, suponen para él. La banda sueca acierta en fusionar el nuevo material con piezas añejas como “Ghost of Perdition” y “Heir Apparent”, sin renegar de su pasado como otras bandas y es que, todo sea dicho, ambas etapas coexisten en perfecta simbiosis. Tanto sonido, luces como actuación fueron excepcionales, pero nos pasó lo que siempre en la dinámica festivalera: 60 minutos acaban quedándose cortos teniendo en cuenta la infinidad de joyas que la banda atesora en su repertorio. Esperemos que pronto vuelvan de gira para disfrutar en una sala de todo su esplendor.
El solapamiento de Kreator, Suicidal Tendencies y Deafheaven se antojaba como otro de los momentos más angustiosos del festival, pero a finales del segundo día, el cansancio fue el factor determinante para decantarnos por los viejos clásicos. Muy a nuestro pesar, Deafheaven fue el gran sacrificado en este trío de ases, y KREATOR el principal elegido. El cuarteto alemán publicó a principios de año un más que apetecible nuevo disco, repleto de melodías y canciones memorables, por lo que la expectación por ver de primera mano el modo en el que despachaban “Satan is Real” o “Gods of Violence” era generalizada. Sorprendentemente, dieron el pistoletazo de salida con “Hordes of Chaos”, un seguro de vida y provocador innato de circle pits, aunque la decisión de interpretarla con mayor lentitud de lo habitual generó el efecto contrario en muchos de los allí presentes. La preparación escénica fue grandiosa, con un elaborado juego de luces, además de pantallas de vídeo e iconos determinados para cada canción, pero el sonido inicial también estuvo plagado de inconsistencias, debido en gran parte al exceso de graves, por lo que decidimos trasladarnos al Warzone para presenciar de primera mano la batalla campal que SUICIDAL TENDENCIES estaba librando. Nunca antes habíamos visto esta zona del festival tan poblada, muestra del poder de convocatorio de Mike Muir y los suyos. El de la banda puntera de crossover estadounidense era uno de los conciertos más esperados de todo el festival y tanto banda como púbico estuvieron a la altura de las expectativas. El sentimiento de hermandad al ritmo de “War Inside My Head”, “Subliminal” y “I Saw Your Mommy” fue absoluto y la vigencia de sus letras de mensaje social intrínseco fue palpable en la intensidad con la que fueron coreadas por la audiencia al unísono. La banda mostró su agradecimiento por el acalorado recibimiento en repetidas ocasiones y para compensarlo invitaron a parte del público presente en ambas esquinas del escenario a acompañarles sobre el tablado en la festiva “Pledge Your Allegiance”. No pudieron acabar de mejor forma. Y para rematar la faena, ya de camino a la salida del recinto, pudimos escuchar cómo Kreator concluía su set con un devastador “Pleasure to Kill”, muestra de que ellos también lograron darle la vuelta a la tortilla.
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DOMINGO, 18
Despertarse el último día de festival no suele ser tarea fácil, el ser humano tiene límites y nuestros cuerpos no podían disimular el cansancio acumulado debido a la borrachera de conciertos y horas de pie que uno aguanta en este tipo de eventos, más aún si cabe en uno de ritmo tan frenético como el Hellfest. Pero, sin divagar en lamentaciones, centrémonos en lo puramente músical. El cuarteto americano GHOUL fue la banda con el que iniciamos el principio del fin. La banda elabora un thrash metal brutalizado, muy influenciado por el death como es notable en canciones como “Bringer of War” o “Wall of Death”, canciones en las que precisamente puede intuirse la fina línea en la que navegan: entre la parodia y el homenaje pasional hacia todo lo relacionado con el metal. El espectáculo escénico funciona en absoluta consonancia con su propuesta, invitando a extras enmascarados y disfrazados que se hacen pasar por guerreros y recitan frases de obras de ficción memorables como, por ejemplo, la clásica saga de terror ‘Evil Dead’. Lograron transmitir con creces el salvajismo sobre el que sustentan sus canciones, muestra de ello el hecho de que los pits no pararan de sucederse durante toda su actuación. Sin embargo, les faltó claridad sonora, un mayor grado de nitidez que hubiera redondeado el concierto.
Siguiendo con el thrash metal, que, todo sea dicho, fue escaso durante esta edición del festival, llegó el turno de presenciar a HIRAX. La banda encabezada por Katon W. De Pena nunca llegó a escalar hasta el olimpo de los dioses del género, pero, tras más de tres décadas sudando la gota gorda en todo tipo de escenarios, siguen insaciables y con ganas de hacer disfrutar a todos los que les siguen la pista. Clásicos como “Hostile Territory” y “El Diablo Negro” fueron celebrados con sonoras ovaciones y mosh pits en los que predominaba el ambiente festivo. Hace dos años pudimos disfrutarlos de tú a tú y con una asistencia reducida en la sala donostiarra Doka, por lo que resulta placentero ver al cuarteto en un festival de gran calibre para poner en contexto y apreciar debidamente tanto su valía como el legado que porta a sus espaldas.
No eran muchas las visitas que nos quedaban para hacer al Warzone, pero una de las imprescindibles era, sin lugar a dudas, la que merecía DEEZ NUTS. En poco más de una década, la banda australiana ha ascendido poderosamente en prestigio y popularidad, lejos de ser una mera copia de los proyectos previos de los músicos que lo componen. Su tan persona mezcla de hardcore y punk con ramalazos hip hop abarca los gustos de un amplio espectro de apasionados musicales, muestra de ello son los temas “Stay True” y “Commas & Zeros”. La banda se mostró suelta y confiada, con la máquina bien engrasada, martilleando los oídos de los allí presentes con certeros golpes continuados, y el público se contagió con esa misma sensación saltando y bailando a su ritmo y levantando una enorme polvareda que hacía difícil la propia respiración de los asistentes. De todos modos, y como un puñado de bandas más durante el festival, ofrecieron un set más corto de lo estipulado, lo cual resulta sorprendente teniendo en cuenta la brevedad que de por sí caracteriza el tiempo disponible de las bandas en el circuito de festivales.
De vuelta en el Altar, era el turno de ver a BEYOND CREATION. La banda canadiense era otra de las que generó mayores expectativas, y es que su flagrante talento crea irremediablemente furor entre los amantes del death metal progresivo. La ejecución del cuarteto fue espléndida, nadie puede negar su brillantez técnica, la cual hace flotar al público y navegar imaginariamente a través de la música. En lo que respecta al trabajo de armonización, bajo y guitarras brillaron especialmente en perlas como “Earthborn Evolution” y “Coexistence”, las cuales sedujeron hasta al más escéptico de la carpa. Desgraciadamente, al sonido le faltó un grado de nitidez y definición para que la propuesta de la banda pudiera ser disfrutada en todo su esplendor.
El sol abrasador no perdonaba, pero la rueda del festival seguía girando, por lo que realizamos la primera incursión del día en los escenarios principales para ver a A DAY TO REMEMBER. Si el calor era una losa pesada de superar, el irregular sonido complicó aún más el despegue del vuelo, pero la enérgica actitud de la banda, consciente del agotamiento del público que lo presenciaba, hizo el resto y logró generar un ambiente de gran fiesta, especialmente en las filas delanteras. “I’m Made of Wax, Larry, What Are You Made Of?” y “The Downfall of Us All” trajeron a la memoría de muchos los momentos más lúcidos de la banda, con su tan particular mezcla de metalcore y punk de marcada influencia pop. El concierto que ofrecieron fue decente, el momento y el contexto quizás no tanto.
DEVILDRIVER recogió el relevo de los escenarios principales. La banda liderada por Dez Fafara se ha diferenciado a lo largo de su trayectoria por intentar llevar el groove siempre un paso más allá y sumergirlo en los pantanosos terrenos del death metal. A día de hoy ya son siete los discos de larga duración con los que cargan a las espaldas, cada cual con sus respectivos matices, pero todos ellos con un aspecto en común: la búsqueda de la brutalidad. Fafara incitó a la locura colectiva constantemente mediante circle pits que no podían faltar en un concierto semejante. Pena que los que probablemente sean sus dos discos más brillantes, “The Last Kind Words” y “Pray for Villains”, tuvieran una representación tan discreta en el repertorio. Además, una bola de graves provocó el nulo entendimiento de las guitarras, algo fundamental para el disfrute del concierto de cualquier banda, pero, en especial del quinteto californiano.
ALTER BRIDGE fue la banda que, definitivamente, logró salvar de la deriva a la mentada seguida de conciertos en los escenarios principales. La suya fue una actuación señorial; el sonido tuvo sus más y sus menos, víctima del viento, pero, una vez adquirió estabilidad, llegó a ser de los más decentes de todo el fin de semana al aire libre. La virtud de la banda reside en que, sin complicarse en exceso, logran construir canciones memorables; “Addicted to Pain”, “Cry of the Achilles” y “Isolation” son buenos ejemplos de ello. Uno difícilmente se cansa de atestiguar la brillantez vocal de Myles Kennedy, quien se eleva por encima del resto incluso aun sin tratar de ser el absoluto protagonista. Debe ponerse en estima la diversidad de registros instrumentales a los que la banda dio lugar a lo largo del setlist, lo cual dotó el show de dinamismo. Como no cabía esperar de otra forma, la conexión con el público fue muy estrecha, algo que se evidenció especialmente en el grado de emotividad con el que los seguidores coreaban los memorables estribillos de la banda. El cuarteto se mostró agradecido en reiteradas ocasiones y se despidieron con una rotunda sonrisa en boca, la sonrisa de aquellos seguros de su triunfo.
Cambiamos de escenario, pero no tanto de estilo. BLUE ÖYSTER CULT, veteranos y leyendas del rock setentero tomaron el escenario del Valley para deleitar a un público entregado desde el primer minuto con su rock psicodélico de espíritu progresivos. Una vez más, los apasionados gritos fueron indicativo del místico aura que se genera en la carpa, esa magia que solo los que han estado allí pueden entender. La actuación de la banda fue un deleite constante, desde los magistrales coros a cuatro voces hasta los relevos instrumentales y las orgiásticas improvisaciones, el público cayó rendido a su genialidad. “The Red & the Black”, “Godzilla”, “(Don’t Fear) The Reaper”… la seguida de clásicos memorables hizo las delicias de todos los allí presentes y logró una gesta de la que pocas bandas pueden presumir, juntar a cuatro generaciones en la misma carpa. Fue emocionante ver como personas de tan avanzada edad gozaban en compañía de menores de edad, unidos por la música del quinteto estadounidense.
Con gran pena considerando que era uno de los eventos señalados del festival, pero cansados y con necesidad imperante de descanso, un servidor decidió sacrificar a Prophets of Rage para resguardarse en el Valley y esperar la llegada de los siempre geniales CLUTCH. La fiesta es su premisa, la buscan y la consiguen, todas y cada una de las ocasiones en las que saltan sobre el tablado. “The Mob Goes Wild”, “The Regulator” y “D.C. Sound Attack” no son para menos, y es que las canciones del cuarteto estadounidense, intepretadas según la ocasión a dos guitarras o con la armónica de acompañante, transmiten semejante energía positiva que uno podría acostumbrarse a consumirlos como la dosis semanal de liberación y felicidad. Ni el hecho de que basaron su set extensivamente en su trabajo más reciente, “Psychic Warfare”, impidió el disfrute y jolgorio del respetable. La banda incluso se atrevió con una nueva canción, que fue recibida acaloradamente antes del tramo final, donde la fiesta llegó a su clímax con la magnífica “Electric Worry”. Magníficos, nunca defraudan.
Cambiando absolutamente de registro, nos trasladamos al Temple para presenciar uno de los conciertos que tantos asistentes del festival tenían marcado en rojo desde el momento en que se hicieron con su entrada. Si el concierto de 2014 marcó el 20 aniversario del legendario debut de EMPEROR, “In the Nightside Eclipse”, esta vez repitieron la fórmula del concierto exclusivo e irrepetible para celebrar que se cumplían dos décadas desde la publicación de “Anthems to the Welkin at Dusk”, otro de los pilares fundamentales para comprender los cimientos y la evolución del black metal en décadas posteriores. La audiencia se entregó durante toda su actuación, sabedora de la cita tan especial que estaba presenciando. En lo que respecta al sonido, inicialmente fue desequilibrado, aunque con la llegada de “The Loss and Curse of Reverence” las guitarras adquirieron mayor claridad y de ahí hasta el tramo final, donde también nos deleitaron con “I Am the Black Wizard” e “Inno a Satana”, pudimos gozar de un concierto en óptimas condiciones. Cabe resaltar la evolución cada uno de los miembros ha dado a nivel individual con el transcurso de los años, lo cual tiene su reflejo, por ejemplo, en una exquisita interpretación de voces limpias, difícilmente imaginable cuando la propia banda publico el disco. Junto a ello brilló la precisión ejecutiva a la hora de desgranar las canciones, que no pudieron sonar con más precisión. El traslado del concierto a la carpa fue todo un acierto, ya que permitió establecer una conexión más fuerte entre banda y público, además de la posibilidad de aprovechar los elementos sonoras y visuales que con frecuencia pierden impacto en la grandeza de los escenarios principales.
Y sin apenas tiempo para tomar un respiro, nos trasladamos a la carpa vecina, donde otro de los conciertos más exquisitos del fin de semana estaba a punto de dar lugar. CORONER son la insignia de la originalidad en el thrash metal, su propuesta, siempre desafiante, va más allá de los cánones estándares del género, y cuajaron una sólida actuación, dominada por sus dos discos de alcance mayor, “Mental Vortex” y “Grin”. Aupados por un gran sonido, dieron una lección magistral de todo lo que puede llegar a abarcar un trío de thrash progresivo. Un cuarto miembro que se encargaba de programar sonidos y disparar audios estuvo presente en el escenario, las piezas eran tanto ambientales como diálogos fragmentados de películas. A pesar de que vagamente se notaron, cabe mencionar que la banda tuvo puntuales desbarajustes técnicos. De todos modos, nada que no se pudiera remediar con sendos temas que combinaban exquisitez progresiva con el gancho del thrash más memorable. Las finales “Reborn Through Hate” y “Die By My Hand” fueron la guinda del pastel de uno de los conciertos más sólidos de todo el festival.
SLAYER ya había comenzado para cuando abandonamos el Altar y en el preciso momento en el que nos acercábamos a los escenarios principales la maléfica melodía de guitarras de “Dead Skin Mask” comenzó a sonar por los altavoces. Después vinieron “Season in the Abyss”, “South of Heaven” y la traca final con “Reign In Blood” y “Angel of Death”, ristra de himnos legendarios del thrash metal que atronaron en todo su esplendor, especialmente en el apartado de las guitarras dobladas. Sin embargo, pudimos presenciar a Tom Araya sufriendo, no solo a las voces, sino encima del propio escenario. Entristece ver al frontman chileno en semejante estado, no porque algo más le sea exigible, sino por el declive que cualquier espectador puede evidenciar en su propia figura personal. Si el hecho de que la banda se detenía durante varios minutos entre canciones, cortando el ritmo de la actuación, no fuera poco, cabe resaltar que realizó un concierto reducido, de 45 minutos, sintomático del estado de su estado de forma actual. Esperamos que no caigan en el mismo error que tantas bandas clásicas ya han realizado y se despidan antes de pasar a ser la sombra de lo que una vez fueron.
Y nada mejor que concluir el festival con la segunda parte del concierto de THE DILLINGER ESCAPE PLAN. Banda referente en un estilo de por sí rompedor que ellos trataron de repensar y reinventar constantemente, el quinteto estadounidense ha tratado de desafiar los límites y por eso a día de hoy sigue alzándose como una de esas bandas tan singulares en la comunidad metálica. Tanto sonido, luces, ejecución y actitud fueron ejemplares, con el público desatado y disfrutando a lo grande de las esquizofrénicas “Farewell, Mona Lisa” o “Sunshine The Werewolf”, sabedor también en esta ocasión del carácter especial del concierto y la cercanía del adiós definitivo que la banda dará al acabar el ciclo de presentación de su último trabajo, “Dissociation”. La música de la banda ha evolucionado a lo largo de los seis discos en sus dos décadas de trayectoria, pero un atributo se ha mantenido intacto, el espíritu gamberro y desenfrenado de los componentes, que hicieron honor al espíritu más salvaje de sus orígenes, golpeando sus instrumentos sin piedad al final de la actuación, bien contra el suelo o contra el resto de instrumentos. Sin duda, una forma grandiosa de decir adiós al festival
Para entonces el cansancio había ganado, se había apoderado de todas las partes de nuestro cuerpo… menos de los labios, nadie nos podría quitar la sonrisa, la tan placentera satisfacción de haber presenciado una vez más a tantas bandas de tan alto nivel en uno de los mejores festivales de metal de todo el planeta. ¡Hasta el año que viene!
Texto: Mikel Yarza
Fotos: Iñigo Malvido
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