Cartel de rock duro plural en estilos y un grupo para las masas como los incendiarios Rammstein para abrir la gran cita musical bilbaína, ya en su quinta edición. Pese a los años, siguen los problemas de acceso y salida del lugar. Más de una hora esperando para subir a Kobetas en el bus lanzadera. Indefendible.
Asistencia masiva y público heterogéneo en edad y condición, con los más jovenzuelos esperando el metal melódico y comercial de Bullet For My Valentine o el punk rock igualmente accesible, juvenil y muy yanqui de los saltarines Rise Against y Anti-Flag, estos últimos, cerrando cartel. Quizás fueron Rise Against los más dinámicos, saltando ágiles del hardcore al nu metal.
Los veteranos del cartel demostraron su caché. Skunk Anansie se juntaron en 2009 tras nueve años rotos y siguen donde lo dejaron. Con sus grandes éxitos, su sonido personal basculante entre la pegada y el detalle intimo, y sobre todo, su rapada vocalista Skin, un torbellino que llegó a cantar de pie sobre el público.
El gran duelo en la oscuridad de la noche fue cosa de Slayer y Rammstein. Ambos ofrecieron descargas sin miramiento alguno. Ni peloteo ni tonterías. A saco. Los americanos tirando con precisión de violencia thrash metal. Slayer volaron veloces y dieron cera en abundancia con sus particulares e hipnóticos medio tiempos. La despedida con la triada Raining Blood, South of Heaven y Angel of Death dejó al personal noqueado. Brutales.
El calor seco y pegajoso dio paso al típico chaparrón veraniego al poco de comenzar el show Rammstein. Poco más de seis meses después de su irregular concierto en el BEC, los alemanes regresaban para ofrecer una descarga con muy pocos cambios. Otra vez mucho nuevo material, ocho temas en total. Una menos respecto al tour bajo techo. Medio concierto. Quitaron un par de temas y entró en el set Do Riechst So Gut. Esta vez sonaron mucho mejor, con el repertorio más ensamblado y retoques para bien. Resultaron poderosos y engancharon con esos ritmos metálico industriales rompecuellos, con la excepción de la delicada Frohling in Paris y la pegadiza Haifisch, especie de cruce entre Depeche Mode y Sisters of Mercy. Por lo demás, los efectos fueron los mismos; fuego, llamaradas, explosiones, cohetes, humo, la cinta de andar del simpático teclista, el paseo el lancha sobre el mar de brazos,… un gran espectáculo, que acertadamente conjuga una puesta en escena agresiva y casi amenazante, con guiños humorísticos. Sobriedad e ironía germana. Sus cohetes volvieron a volar alto y a la engrasada maquina teutona solo le faltó un segundo bis para el sobresaliente.